Chirimoya

tiene la piel verde, escamosa y fina, mientras que el bulbo es blanco y jugoso, con un sabor ácido.

Esta fruta propia de Sudamérica se cultiva también en Europa, concretamente en el sur, en la costa de Granada, en los municipios de Almuñécar, Jete, Motril, Otívar y Salobreña. En la actualidad España es el primer productor mundial de chirimoya con 80% del total, naturalmente adaptada a las condiciones locales, convirtiéndose en un cultivo muy rentable pero que ha alcanzado saturación de un mercado limitado.
Los principales productores son Argentina, Perú, Australia, Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador, España, Estados Unidos, Israel, Sudáfrica y Taiwán.
Dentro de esta familia las especies que producen frutos comestibles son fundamentalmente del Género Annona, muchas de las cuales se cultivan comercialmente en los trópicos.
Como en todas las especies de esta familia, éste no es un fruto simple sino un agregado de frutos adheridos sobre un sólo receptáculo, producto de las pequeñas flores que se fecundan por separado. Así, la chirimoya perfecta es acorazonada y sólo se consigue en condiciones ideales de polinización, abundante y uniforme, hecha por escarabajos, como la mayoría de las especies pertenecientes al orden magnoliales, o por la mano humana. Su tamaño es similar al pomelo. La cáscara es delgadísima y frágil; su superficie verde oscura, casi lisa, lleva como una red de sombras que demarca los límites de cada frutilla. El interior de la fruta, de color blanco, posee una textura carnosa, blanda y de sabor dulce, a veces descrita como una mezcla entre la piña, el mango y la fresa.
Su valor nutritivo se explica por el elevado contenido de azúcares, que llega hasta el 20%, y el de proteínas, superior al de muchas otras frutas, que alcanza el 2%. Tiene mucha vitamina B1, B2, calcio (25-32 mg.), hierro (0.5 mg.) y fósforo (37 mg.)


